quinta-feira, 11 de agosto de 2016

CUBANOS EN EL ATLETISMO OLÍMPICO

Veloces y técnicos sobre vallas

Cuba tuvo especialistas con calidad olímpica desde los Juegos de Helsinki 1952 y Melbourne 1956. Tras el bache en Roma 1960, Lázaro Betancourt marcó la reanudación en Tokio 1964 y Juan Morales continuó en México 1968

Alejandro Casañas, Anier García y Dayron Robles, la excelencia de los obstaculistas cubanos.
Contar con dos monarcas olímpicos en 110 metros con vallas, dos subcampeonatos y un bronce constituye un privilegio para el atletismo cubano en la historia de los Juegos, únicamente superado por Estados Unidos, de cuyo profuso manantial brotaron 19 campeones y otros 37 medallistas, 20 de ellos plateados.
¿Qué dejó para el resto no cubano tal dominio tan categórico? Pues dos tronos para Canadá. Uno en 1920 y el más reciente de Mark MacKoy, en Barcelona 1992.
Otras pocas naciones exhiben oros: Sudáfrica en Amsterdam 1928 (Sid Atkinson), Francia en Montreal 1976 (Guy Drut), la ex República Democrática Alemana en Moscú 1980 (Thomas Munkelt) y China en Atenas 2004 (Xiang Liu).
Las de plata son tan valiosas como los oros por difíciles de arrebatar. Las merecieron extra clases como el sudafricano Atkinson en París 1924, antes de vencer en 1928; el francés Drut en su previa incursión de Munich 1972; y tres británicos, entre los cuales nada menos que Colin Jackson (Seúl 1988), recordista mundial un lustro después.
Solamente Jackson, el chino Xiang Liu y dos cubanos pudieron correr más rápido que cualquier estadounidense y figurar desde 1972 hacia acá en la cronología del primado universal.
Cuba tuvo especialistas con calidad olímpica desde los Juegos de Helsinki 1952 y Melbourne 1956. Tras el bache en Roma 1960, Lázaro Betancourt marcó la reanudación en Tokio 1964 y Juan Morales continuó en México 1968.
Ninguno llegó a finales, aunque Morales pasó a la historia por integrar el famoso relevo plateado en la capital mexicana. Fue el de la recta larga. Posición ideal para los adaptados a correr 110 metros.
Después vino Alejandro Casañas, a quien le fue mal en Munich 1972. No terminó en la primera ronda. Sin embargo, fue dos veces consecutivas subcampeón olímpico (Montreal y Moscú). Y colaboraba con los relevos.
En el intermedio de la Universiada Sofía 1977 se atrevió a rebajarle tres centésimas al 13.24 tope mundial impuesto por Rodney Milburn al ganar en Munich. Si de atrevimientos se trata, truncó en México 1975 la serie de seis victorias tejida por Estados Unidos en los Juegos Panamericanos.
Sin ser un súper dotado, Emilio Valle mostró una consistencia y puesta a punto envidiables. Sexto en Barcelona, quinto en Atlanta, acompañado en la final por Erik Batte. Se dice fácil dos finalistas y por poco hay un tercero, el joven Anier García que llegó a semifinales.
Anier era un diamante y refulgió como tal en Sydney 2000 con fenomenal victoria en 13 segundos exactos. En Atenas 2004 su fogosidad le reportó un corajudo bronce que estremeció hasta quienes auguraron una despedida opaca por considerar terminada su etapa competitiva floreciente.
Y en verdad terminó Anier. Pero no la maquinaria de producir. Ya se fogueaba entre juveniles el talentoso Dayron Robles. Su temporada de ensueño fue precisamente la olímpica del 2008. Un crono suyo de 12.87 en Ostrava mejoró por una centésima el récord mundial del chino Xiang Liu y meses después relevó al mismo rival como soberano olímpico en la propia capital china y sin aquel podrer competir por estar lastimado.
Después, Robles sufrió percances de índole diversa que originaron muchas controversias, incluidas lesiones claras y otras no tanto, retiradas, descalificaciones, solicitudes de baja y de reingreso en el equipo nacional. Se reorganizó para despedirse en Río y cuando todo parecía listo volvió a sucumbir ante los problemas físicos.
Quienes siguen sus pasos, Yordan O’Farrill y Jhoanis Portilla todavía son jóvenes sin cuajar al más alto nivel. Avanzar hasta la final de Río, aunque fuera para terminar de octavo, constituiría una proeza para cualquiera de ellos.
En 400 con vallas la mejor figuración olímpica se la debemos a Dámaso Alfonso con su séptimo puesto en Montreal 1976. Para llegar hasta la final impuso récord cubano de 49.84 en semifinales. Primer cubano con menos de 50 segundos.
Omar Cisneros fue mucho más rápido en Londres 2012 (48.23) y no pudo ser finalista por la calidad reinante, si bien quedó noveno por tiempo. En Río Cuba tendrá a José L. Gaspar, un joven que progresa aceleradamente y aspira a corroborarlo.
En resumen, la velocidad plana aportó siete medallas (1-4-2) y sobre vallas fueron cinco (2-2-1) para exhibir un significativo cómputo de doce en Juegos Olímpicos (3-6-3) y en total 28 finalistas aportadores de 138 puntos.
En dicho recuento de la velocidad como área atlética no fue incluido el oro de Juantorena en los 800, pero cada atleta se valora de manera integral y sus 23 puntos reiteran al Elegante de las pistas como el más productivo del atletismo cubano en la arena olímpica.
Algo parecido identifica a Norberto Téllez, cuatrocentista plateado en el relevo barcelonés, devenido potente especialista en 800, tanto que finalizó cuarto en Atlanta 1996, segunda mejor actuación cubana, y record cubano de 1:42.85 que borró el de Juantorena.
Siguen en la relación de puntos Enrique Figuerola 19, Alejandro Casañas 18, Silvio Leonard, 16, Anier García 14, Pablo Montes, Iván García, Norberto Téllez 12, Hermes Ramírez y Roberto Hernández 11.
Ellos lideran igual a todo el sector varonil. Solo se intercalan los saltadores Javier Sotomayor, Iván Pedroso y Yoelbi Quesada, con 15 unidades, y con 12 el decatleta Leonel Suárez, quien atesora dos bronces de leyenda y lidiará en Río empeñado en otra faena trascendente.
El atletismo cubano, en general, llega al nuevo reto competitivo de Río 2016 avalado por el prestigio de los tantos campeones y medallistas aportados en comparación con el de las naciones económicamente desarrolladas y demográficamente muy superiores.
Por medallas, el botín de Cuba (10-14-16=40) figura entre los veinte primeros países de todos los tiempos. Pero muchas veces no participó o lo hizo en condiciones de mucha inferioridad. Si cerramos el entorno de Barcelona a la fecha, que es la etapa de mayor competitividad, lo que se produce es un ascenso hasta el noveno escaño, con 28 preseas (7-8-13).
Parece intrascendente, más amplifica a los cuatro vientos el nivel de excelencia mostrado durante los últimos seis Juegos.
Un ritmo aproximado de un oro y cuatro medallas en total. Sería una proeza continuar a la altura de esos promedios en Río 2016. Ojalá se pueda.

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