sexta-feira, 24 de março de 2017

Estados Unidos gana su Clásico

Con una brillante labor monticular de Marcus Stroman y una ofensiva sin héroes, pero extremadamente sólida, Estados Unidos levantó al cielo de Los Ángeles su primer título en los Clásicos Mundiales de Béisbol

En el béisbol no hay mejor escenario que una final para que los lanzadores se luzcan. Cuando los decibles aumentan desde las tribunas y crece la tensión en el diamante, todos los focos se concentran en el montículo y el serpentinero se encuentra justo en el medio del volcán.
A diez jornadas del Día Inaugural en las Grandes Ligas, Marcus Stroman, proyectado como uno de los abridores de puntería de los Azulejos de Toronto, se encontró precisamente en el ojo del huracán, en marzo, cuando todavía no es común para estos peloteros enfrentar duelos de vida o muerte.
Y no desentonó el pequeño y potente derecho. En efecto, maniató con todo su repertorio en la final del IV Clásico Mundial a la artillería de Puerto Rico, la mejor del torneo con 55 carreras, 11 jonrones, 26 extrabases, 10 estafas, una ofensiva capaz de fabricar anotaciones por las más diversas vías.
Ante ese potencial, Stroman entendió que debía parecerse más a los lanzadores del Día Inaugural que a los del entrenamiento primaveral, y lo consiguió explotando el efecto brusco de su poderosa sinker lanzada en las medianas 90 millas, que siempre cayó a la velocidad de la luz frente a los bates boricuas.
Además, realizó una combinación extraordinaria con el cambio contrastante, siempre ubicados en zonas incómodas, golpeando los puntos débiles de la tanda boricua. Su comando fue excepcional y eso le permitió avanzar en el encuentro sin consumir una gran cantidad de pitcheos. De hecho, con poco más de 60 lanzamientos completó seis entradas sin jits y un solo boleto en su cuenta.
El control y la potencia dio como resultado una ridícula tasa de roletazos y elevados de 11 a 1, dominio absoluto que solo logró quebrar el experimentado madero de Ángel Pagán a la altura del séptimo con un doble.
En ese momento, el mentor Jim Leyland decidió sacar a Stroman, quien cargó en sus hombros el peso de una nación maldita durante 11 años y tres ediciones de los Clásicos, torneo que finalmente lograron ganar con cierre inmaculado de los relevistas Sam Dyson, Pat Neshek y David Robertson.
Cuando Stroman, a la postre MVP de la final, caminaba a la cueva recibiendo la ovación de 51 565 personas presentes en el Dodger Stadium y otros cuantos millones de televidentes a lo largo y ancho del planeta, ya Estados Unidos tenía moderada ventaja de 4-0.
Jonrón de Ian Kinsler con Jonathan Lucroy en circulación, y par de cañonazos impulsores de Christian Yelich y Andrew McCutchen abrieron la pizarra contra el derecho puertorriqueño Seth Lugo, quien no pudo contener el modo destructor de un equipo con sed de triunfo.
Tras su salida, la situación no mejoró, porque José Berríos, J. C. Romero e Hiram Burgos tampoco lograron frenar la ofensiva norteña, que puso el definitivo y lapidario 8-0 con impulsadas de Brandon Crawford, Giancarlo Stanton y de nuevo McCutchen, quien pese a no tener un desempeño tan notable en términos de promedio, produjo carreras importantes.
El estelar jardinero de los Piratas de Pittsburgh pegó doble de dos anotaciones que abrió la brecha contra República Dominica en el choque de vida o muerte de la segunda ronda, y remolcó la primera de la semifinal contra Japón.
«Todo el mundo es una superestrella en este equipo. Todo el mundo es un bateador que puede ser tercero en la alineación, pero alguien va a tener que batear de séptimo, alguien va a tener que batear de octavo. No hay egos, ni siquiera con el pitcheo. Es lo mismo. Así, que eso es lo primero y lo más importante», destacó Cutch, Jugador Más Valioso de la Liga Nacional en el 2013.
«Tenemos un gran grupo de muchachos en este equipo que han dedicado este tiempo para tratar de ganar algunos juegos de pelota. Sacrificios fueron hechos, y no hay egos cuando esa puerta se abre. Eso es lo bueno de este equipo», añadió el patrullero a ESPN.
Y Estados Unidos espantó así los fantasmas de la temprana eliminación en el 2006, la semifinal perdida en el 2009 y el fiasco del 2013, ahora, quizás, con su selección menos rutilante en el papel, pero la más entregada en el terreno.
«Lo dije antes, dije que al venir a este evento realmente no quería hablar del hecho de que Estados Unidos nunca lo ganó y que nunca ha ido a la final. No pensé que eso fuera un gran problema. Quise hacer esto, como he dicho, para que fuera un recuerdo para los jugadores. Y he hablado mucho sobre ello, hacer una memoria. Con suerte, una muy buena (…). Ha sido un honor absoluto», precisó el laureado mentor Jim Leyland, quien corona su brillante carrera con otro trofeo de monarca.
LOS RUBIOS A PUERTO RICO
Yadier Molina había manifestado su deseo de viajar a Puerto Rico en cuanto terminara el Clásico con el resto de sus compañeros, y tras terminar la final, independientemente del resultado, tenían un avión esperando para volar a la Isla del Encanto a festejar junto a los suyos.
Claudicaron en el final, cierto, pero pusieron el picante en el IV Clásico con un juego alegre y relampagueante que puso a soñar a toda Latinoamérica, ya fuera en Cuba, Venezuela, Dominicana o Colombia, donde impactó su manera desenfada de disfrutar el béisbol.
«Nosotros tenemos el talento y tenemos los entrenadores. Hemos sido capaces de ejecutar el juego y las jugadas como deben ser. Eso es lo más importante, que hemos aprendido de la derrota que sufrimos en el 2013 (…).Pero también aprendimos del gran éxito que tuvimos cuando nadie pensaba que avanzaríamos de la primera ronda en Puerto Rico y fuimos capaces de llegar al juego final», sentenció el mentor Edwin Rodríguez.
La combinación de la nueva y estelar generación boricua con estrellas de glorioso palmarés como para ser consideradas en el futuro al Salón de la Fama, catapultó al eterno #Team Rubio a la discusión del cetro, por segundo Clásico al hilo para el país caribeño.
«Hay que tener memoria corta. Hay que aprender. Hay que ir pitcheo a pitcheo, swing a swing, entrada a entrada. Esa ha sido nuestra filosofía todo el torneo. Este equipo es bien balanceado. Sin quitarle nada al del 2013, el talento en este es un poco más joven y lo que tenemos en el bullpen es una cantidad de brazos más fuertes», dijo el serpentinero J. C. Romero, tirador de 40 años que ha participado en todas las ediciones de la lid.
«La diferencia más grande es la energía de estos muchachos. Carlos Correa, Lindor, Báez, qué increíble la energía que tienen en el terreno de juego. Verlos unidos, verlos jugando… es una labor como equipo… sentimos es algo bien especial y bien único y esperemos disfrutarlo hasta el final y compartirlo con Puerto Rico», destacó Carlos Beltrán, otro pionero del primer Clásico y miembro permanente de su selección nacional.
Esa energía a la que hace referencia la transmitieron a todo el planeta béisbol, que recordará por siempre los bríos del #TeamRubio, una novena que encantó y dejó con ganas de ver más juegos de este apasionante deporte.

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