Cobián, Chivás y Quirós, veloces piernas
Además de la velocista santiaguera conocida como la Saeta oriental, el atletismo cubano contó con estelares compañeras en la proeza de la posta corta: la villaclareña Violeta Quesada y las capitalinas Fulgencia Romay y Marlene Elejalde, también vallista
Miguelina Cobián en los años 60, Silvia Chivás en los 70 y Ana Fidelia Quirós en los 90 fueron las estrellas cubanas de la pista en el atletismo olímpico. Foto: Archivo
Miguelina Cobián no fue medallista olímpica en 100 metros planos. Ni falta le hizo para ser famosa. En los años 60 del pasado siglo era un lujo codearse con las mejores. Ella lo disfrutó en dos finales olímpicas. Una detrás de la otra.
Comienzo por Miguelina, quinto lugar en Tokio 1964 y octavo en México 1968 en la carrera más rápida, porque siempre vale la pena rendir homenaje en vida a quien adicionalmente cerró como una tromba la actuación plateada del relevo 4x100 en la capital mexicana. Primera medalla del atletismo femenino cubano.
Además de la velocista santiaguera conocida como la Saeta oriental, el atletismo cubano contó con estelares compañeras en la proeza de la posta corta: la villaclareña Violeta Quesada y las capitalinas Fulgencia Romay y Marlene Elejalde, también vallista.
Si histórico fue el registro de 43.36, repetir dicho récord cubano cuatro años después en Munich resultó tan delirante o más. Porque no hubo en suelo alemán el beneficio de la altura mexicana. Porque se trató de una cuarteta diferente. Porque se conquistó otra medalla, de bronce.
Nuevamente se prodigaron sobre la pista Romay y Elejalde, complementadas por valores de la talla de Carmen Laura Valdés y Silvia Chivás. Esta última, guantanamera pequeña de estatura e inmensa en rendimiento, fue capaz de convertirse en la primera cubana de cualquier deporte conquistadora de dos medallas en una misma cita. También se acreditó la bronceada individual del hectómetro.
Si piensan que eso fue todo para la velocidad femenina, les recuerdo a Liliana Allen, una holguinera “presuntuosa” en la final olímpica barcelonesa, aunque su 11.19 no rindiera más allá del octavo puesto.
En la más difícil carrera del doble hectómetro el atletismo cubano exhibe cuatro intentos, el mejor de Miguelina también en México (oncena) con récord cubano igualado (23.41).
El relevo corto hizo más intentos, pero solo lucharon hasta semifinales. Buena oportunidad pareció la de Barcelona 1992, cuando un 43.51 dio derecho a la ronda decisiva pero en ella perdieron el batón. Cronos de 44 y fracciones apenas sirvieron para el décimo lugar en Montreal 1976, duodécimo en Atlanta 1996 y onceno en Atenas 2004, si bien esta última cuarteta cronometró 43.60.
Se han inscrito seis relevos largos, destacándose dos de ellos con sólidos cronos y culminados con remates poderosos de Ana Fidelia Quirós y Zulia Calatayud. En ambas oportunidades hubo meritorios sextos lugares. Quirós participó en Atlanta y en semifinales fijaron en 3:24.23 el primado cubano. Calatayud comandó en Beijing, secundada por Roxana Díaz, una experta en 200 cuyo aporte favoreció rebajar a 3:23.21 el récord nacional.
Se da el caso de atletas escogidas únicamente para apoyar los relevos. Julia Esther Duporty pasó a los libros por hacerlo con efectividad durante tres ciclos. Atizó el fuego en las cuartetas de Atlanta y Sydney (tercera finalista de Cuba, octavo lugar) y debutó en Barcelona, donde hubo una descalificación.
Muy pocas corrieron individual en los óvalos olímpicos. Se lleva las palmas el quinto lugar de la Yeya (Aurelia) Pentón en los Juegos de 1968 con primacía cubana de 52.75. Otras tres quedaron en preliminares, como la misma Pentón al repetir cuatro años después.
Quirós y Calatayud fueron primero cuatrocentistas y nunca dejaron de lado los relevos. Pero sus mejores aportes olímpicos llegaron como estrellas de los 800.
A Quirós, nativa del municipio santiaguero de Palma Soriano, sus piernas le reportaron bronce en Barcelona y plata en Atlanta. Bajó cinco veces de los dos minutos en seis carreras.
La capitalina Zulia fue tan campeona mundial en las dos vueltas (2005) como Ana Fidelia (1995 y 1997), pero marchó sin podio de la pista olímpica, si bien sexta en Sydney y octava en Atenas. Beijing la dejó en semis pese a un crono de 1:58.78.
La velocidad sobre vallas no acredita medallas, pero se enorgullece de una presencia decorosa de la pinareña Daimí Pernía, quien luego de conquistar el cetro universal en Sevilla 1999 llegó al año siguiente hasta un cuarto escaño olímpico en Sydney.
Obstaculista pionera fue Bertha Díaz, en Melbourne 1956, casi finalista (novena) en 80 con vallas. Repitió sin éxito en Roma 1960. Tampoco sobresalió Elejalde en México.
La habanera Aliuska López no salpicó tan cerca el podio, mas atesora una presencia triple muy apreciable en su conjunto: 6ta. en Barcelona (12.87), quinta en Sydney (12.83) y novena en los Juegos del Centenario en Atlanta, donde paradójicamente rindió más, con récord de 12.67 en la segunda ronda y un 12.70 que resultó insuficiente en semifinales.
Odalys Adams (octava) fue una segunda finalista en la ciudad condal.
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