Cuba ha luchado desde su irrupción en 1992 en los Juegos Paralímpicos por tener un papel protagónico, por alzar la voz y sacar la cara en nombre de los países subdesarrollados
La práctica del deporte es un derecho humano. Cada individuo tiene la posibilidad de vincularse al universo atlético, sin ser discriminado y en los marcos del Espíritu Olímpico, el cual requiere comprensión mutua, solidaridad y amistad.
Así reza una máxima del COI dedicada a los Juegos Paralímpicos, certamen que sin dudas representa la más viva muestra del espíritu de superación del ser humano, de su voluntad para no rendirse nunca, sin importar lo empinada que sea la colina.
Miles de atletas con discapacidades se reúnen en esta lid bajo los cinco aros, otra fiesta del deporte creada por el alemán Ludwig Guttmann en 1960, aunque hay antecedentes de celebraciones similares desde 1948.
La historia de los héroes con limitaciones físicas que se aventuraron en el escenario estival tiene su génesis en la lid de San Luis’04, en la cual el gimnasta germano-estadounidense George Eyser compitió con una prótesis de pierna.
Con el paso de los años, si bien fueron solo casos aislados los de deportistas con discapacidad que compitieron en Juegos Olímpicos, aumentó el espíritu de crear un evento donde todos pudieran mostrar sus habilidades y demostrar al mundo que existe la posibilidad de quebrar todas las barreras.
En este concierto, Cuba ha luchado desde su irrupción en 1992 por tener un papel protagónico, por alzar la voz y sacar la cara en nombre de los países subdesarrollados, en los cuales se multiplican los costos de implementos y tratamientos para estas personas con discapacidad que decidieron perseguir su sueño deportivo.
Hace cuatro años en Londres ya los atletas de la Mayor de las Antillas dieron un salto mayúsculo hacia el selecto grupo de las 15 potencias paralímpicas, posición que ahora defenderán 23 virtuosos (17 hombres y seis mujeres) con todo el amor del mundo en el exigente escenario de Río de Janeiro.
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