La visita de O’Neal, en calidad de representante del Departamento de Estado puede dar continuidad al viaje del presidente Barack Obama en marzo, y significar otro paso en la normalización de las relaciones entre Cuba y Estados Unidos
Autor: Aliet Arzola Lima | aliet@granma.cu
A las siete de la mañana Wagner Rodríguez caminaba impaciente por su casa. Muchacho menudo, de 13 años, su pasión es el baloncesto, y le costaba controlar las emociones horas antes de conocer al gran Shaquille O’Neal, uno de los jugadores más influyes de la NBA en los últimos 25 años.
“Estaba desesperado por ver a Shaq, tengo muchos videos suyos, pero no lo conocía personalmente, y es inmenso, un gigante”, nos comentó Wagner, uno de los niños que participaron en la clínica que ofreció en el Vedado capitalino el otrora estelar pívot, cuatro veces monarca en el circuito norteño con Los Ángeles Lakers (tres) y Miami Heat (uno).
Con una colorida cinta en la frente, al más puro estilo de Carmelo Anthony o Lebron James, Wagner fue uno de los más destacados del intercambio acontecido en las canchas de 23 y B, popular esquina habanera en materia de baloncesto, pues allí se encuentra uno de los focos esenciales de la práctica callejera del deporte.
“Interactuar con uno de los mejores de la NBA es super bueno para nosotros. Ya el año pasado aprendimos con Steve Nash y Dikembe Mutombo, y ahora estamos muy motivados porque Shaq nos transmita sus conocimientos y experiencia”, expresó el habilidoso jugador capitalino, quien sueña con ser un grande del baloncesto.
Gracias a su carácter afable, bromista y familiar, O’Neal, un hombre extremadamente grande (2.16 metros de estatura y mas de 300 libras de peso) fue un niño más en las canchas del Vedado, donde se movió como pez en el agua, dando tapones durante los ejercicios de práctica junto a Kaleb Canales, coach asistente de los Dallas Mavericks en la NBA, también miembro de la comitiva norteña.
“Muy feliz de estar aquí, he podido sentir el amor de todos los cubanos, su pasión por el baloncesto. Debo dar las gracias por el recibimiento, la acogida y por darme la oportunidad de ofrecer mis enseñanzas. Espero que en el futuro alguno de estos muchachos pueda triunfar en la NBA”, confesó Shaquille, campeón olímpico en Atlanta 1996 y 15 veces Todos Estrellas.
Perseguido por decenas de cadenas de televisión y agencias de prensa, el fornido centro se divirtió en grande realizando tiros al aro y ejerciendo como árbitro en los partidillos que desarrollaron muchachos de ambos sexos, en los cuales festejó cada enceste y aprovechó también para aconsejar sobre las posturas y tiempos de disparo.
Por espacio de dos horas no se detuvo ni un momento, todos se lo agradecieron y no perdieron la oportunidad de tomarse fotos o pedir un autógrafo. “Esto representa una motivación muy grande para todos en el baloncesto cubano, desde los niños hasta quienes juegan en la selección nacional”, consideró Leonardo Pérez, uno de los más destacados del deporte en nuestro país.
“Las relaciones entre Cuba y Estados Unidos han propiciado estas clínicas, que tienen una gran incidencia en la base, el espacio donde los niños comienzan a despuntar. Considero muy provechoso el intercambio, sobre todo porque ellos han venido directo a buscar los más jóvenes porque desde ahí salen las estrellas”, añadió Leonardo, satisfecho por conocer un atleta de talla mundial.
La visita de O’Neal, en calidad de representante del Departamento de Estado puede dar continuidad al viaje del presidente Barack Obama en marzo, y significar otro paso en la normalización de las relaciones entre Cuba y Estados Unidos.
Shaquille no es la primera estrella de la NBA que viaja a Cuba, pues ya en abril del 2015 ofrecieron clínicas e intercambiaron con directivos cubanos una delegación de buena voluntad, compuesta por el canadiense Steve Nash, dos veces Jugador Más Valioso de la NBA, el congoleño Dikembe Mutombo, embajador internacional de la Liga, y la portuguesa Ticha Penicheiro, estandarte de la WNBA.
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