Todavía en la memoria las imágenes de la ceremonia de inauguración de sus Juegos Olímpicos, los brasileños se encuentran expectantes de la clausura el próximo domingo
RÍO DE JANEIRO.—Frescas en nítidos recuerdos las imágenes de la ceremonia inaugural —canto a la preservación de la naturaleza para salvar al planeta y a la creación de un clima de solidaridad entre los hombres— afloran ya las expectativas de qué acontecerá en la clausura el próximo domingo.
Mientras las mentes vuelan imaginándose cuál será el mensaje del cierre, por las mañanas, cuando en las montañas que cobijan esta ciudad las nubes cubren sus cimas con su manto de frialdad, los llegados acá, de cualquier sitio de Brasil, y de todo el mundo, por miles dan calor al ambiente en la fiesta del deporte.
No faltaron los augurios presagiando desventuras, borrados por las incontables emociones que agolpadas unas tras otras se viven día a día. Río y Brasil han montado unos bellos Juegos Olímpicos, dedicados a quienes más los merecen, su pueblo.
Ese mismo pueblo, desde el despunte de la mañana, desfila en largas columnas hacia las sedes de competencia, respaldando con su entusiasmo las hazañas deportivas, sin discriminar banderas, razas o religiones.
La primera medalla de oro en la historia del boxeo brasileño, ganada por Robson Conceiçao, halló tantas muestras de cariño y agradecimiento por la afición, como el esfuerzo que no concluyó en la tan esperada presea de la pertiguista campeona mundial Fabiana Murer.
Las victorias y el carisma del jamaicano Usain Bolt, el más rápido del universo en tres Juegos consecutivos; el retorno del tiburón de Baltimore Michael Phelps, sacando oro de las piscinas a sus 31 años; el cubano Mijaín López, triple campeón de lucha greco, orgulloso de su natal Herradura, hijo de Cuba y del mundo. Cuántos más podrían nombrarse…
Los organizadores se centraron en la prioridad de ofrecerles a los aficionados condiciones favorables para presenciar la justa. Así incrementaron el transporte público, con la red de BRT (ómnibus de tránsito rápido), construyeron facilidades temporales como puentes y elevados, pasos peatonales, zonas de preferencia por el paseo que rodea el Parque Olímpico para acceder a las instalaciones sin riesgo alguno. Es un sistema estructurado para ganar tiempo y que el público vaya rápidamente de una lid a otra, beneficiado por la cercanía entre los coliseos.
Mucho han de agradecerles los brasileños a sus Voluntarios. Son el nexo que rompe las barreras idiomáticas, la respuesta a cualquier duda, entrañan el desinterés y los deseos de contribuir a que su país sea un digno anfitrión.
Y entre tantas atenciones, también el trabajo de la prensa ha ocupado un sitio preferente. Además de las carpas existentes en cada una de las salas —todas con el sistema de información de los resultados al instante— la comunicación inalámbrica funciona no solo en esos recintos, sino dentro de los ómnibus que trasladan a los miles de periodistas.
Desde el instante en que a una ciudad se le otorga la sede de los Juegos Olímpicos, hasta su inauguración, median años de duro bregar. Brasil no ha sido la excepción, atravesado por la difícil situación de su economía, cumplió el compromiso.
A escasas 48 horas de que Río le entregue el batón a Tokio’20, esta urbe ha mostrado ser mucho más que samba y playa.
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