En el caso de la delegación cubana —41 atletas al restar las bajas de Dayron Robles y Pedro Pablo Pichardo—, muy pocos fueron los que dejaron un sabor agradable
RÍO DE JANEIRO.—Las actuaciones del relevo varonil de 4x400 metros planos en la noche sabatina y del maratonista Richer Pérez en la mañana dominical hicieron olvidar de momento las desdichas del atletismo cubano en los Juegos Olímpicos Río 2016.
No es que hayan obtenido medallas. Agradan las subidas al podio. Es verdad. Pero no lo son todo en el deporte competitivo. A veces se hace el máximo posible o más allá y las medallas no llegan. Pero queda la satisfacción.
En el caso de la delegación cubana —41 atletas al restar las bajas de Dayron Robles y Pedro Pablo Pichardo—, muy pocos fueron los que dejaron un sabor agradable. Ni siquiera marchó conforme la única medallista, la bronceada Denia Caballero, quien como muestra de dignidad deportiva reconoció su culpabilidad en no lanzar el disco sobre los planificados 67 metros o más.
Una laureada a montones como Yarisley Silva y menciono solo las más importantes: subcampeona olímpica 2012, monarca mundial bajo techo 2014, monarca mundial al aire libre 2015, recordista de la Liga de Diamante con 4.84 este año, tan cerca como en junio pasado, admitió que tuvo un mal día al no poder con 4.70 y aceptar un séptimo puesto compartido.
Los pupilos del técnico Gabino Arzola en las pruebas múltiples sí pudieron sacar la cara. Y ninguno obtuvo medalla.
Yorgelis Rodríguez séptima con récord nacional en el heptatlón y Leonel Suárez sexto en decatlón con el mejor total después de su bronce de Londres.
Igual, los discípulos de Eloína Kerr mostraron todo su esfuerzo, como Yoandys Lescay, que ni llegó a la final, pero se le vio dejar alma y corazón en la pista con la mejor carrera individual de su vida. Luego volvió a sobresalir con sus compañeros del relevo William Collazo, Adrián Chacón y Osmaidel Pellicier, firmantes de un sexto lugar con el cuarto registro cubano de todos los tiempos y la segunda mejor actuación olímpica después del metal plateado alcanzado en Barcelona 1992 cuando corrían estelares como Roberto Hernández y Norberto Téllez, y delante del séptimo lugar de Montreal 1976 impulsado por Alberto Juantorena.
En la clasificación hicieron su mejor marca del año pegada a los tres minutos y ya eso hubiera bastado para una despedida aceptable. Pero al clasificar por los azares del destino (descalificados dos relevos importantes), prometieron mejorar y lo cumplieron.
Lázaro Martínez llegó a la final del triple y sin embargo el octavo lugar nunca recibió el brillo de un salto efectivo. Ni acercarse a los 17 metros pudo. Menos Ernesto Revé, que ni clasificó. Y la escuela cubana tiene un sobrado prestigio que está obligada a defender siempre, como él mismo lo ha hecho anteriormente, pues tiene nada menos que tres títulos mundiales por edades, uno sub 18 y dos sub 20 años.
Richer Pérez luchó y luchó durante 42 kilómetros y 195 metros, quedó en el lugar 46 (entre 155 que tomaron la partida) con un tiempo en el entorno de sus mejores resultados (dos horas, 18 minutos, cinco segundos) y sin embargo, dejó un mejor ambiente porque ningún cubano jamás corrió tan rápido bajo los cinco aros y el lugar ocupado es el más destacado de los últimos 40 años y el segundo histórico, después del 33 de Rigoberto Mendoza en Montreal 1976, sin corredores de África.
Presenciamos en Río una faena olímpica decepcionante del atletismo. La más pobre de toda la etapa del deporte revolucionario. Por medallas, hasta en Tokio 1964 fue conquistada una de plata por Enrique Figuerola, frente al solitario bronce de Denia Caballero ahora.
Por puntos apenas se sumaron 16.5 y ese total solo supera únicamente a los 11 de la misma cita japonesa. Desde Ciudad México hasta la fecha siempre hubo más. ¿Qué pasó? Es lo que tendrán que definir las autoridades y técnicos de este emocionante deporte.
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