quinta-feira, 2 de agosto de 2018

XXIII JUEGOS CENTROAMERICANOS Y DEL CARIBE - BARRANQUILLA 2018

Un tren blindado


La selección masculina cubana de balonmano es una roca, un muro de músculos que cuesta trabajo sortear en cualquier sector de la cancha, tanto en sus embestidas mortales cuando atacan, como en su juego defensivo, basado en férreas marcas personales y relevos constantes para cerrar espacios.

Foto: Ricardo López Hevia, enviado especial
BARRANQUILLA.– Jugar balonmano es más complicado de lo que parece. Podemos verlo como un deporte sencillo, a fin de cuentas, se trata solo en meter goles con las manos. Sin embargo, para armar un buen elenco se necesitan de muchos pequeños detalles, conocimientos tácticos y técnicos, y cualidades físicas especiales.
En el balonmano se corre sin cesar, se mueve el balón de un lado a otro, se pelea cuerpo a cuerpo en la zona de marca, donde las batallas son serias. Para aguantar un partido de 60 minutos hay que estar muy bien curtido, y no solo tres o cuatro hombres puntuales del plantel, sino todos los que integran la escuadra.
Cuando uno observa a la selección masculina cubana, incluso antes de que tomen la pelota en la mano y comiencen a driblar y disparar, uno concientiza de que ese equipo es una roca, un muro de músculos que cuesta trabajo sortear en cualquier sector de la cancha, tanto en sus embestidas mortales cuando atacan, como en su juego defensivo, basado en férreas marcas personales y relevos constantes para cerrar espacios.
Así lo demostraron durante la final de los XXIII Juegos Centroamericanos y del Caribe, en la cual desbancaron con relativa comodidad (29-18) a Puerto Rico. Este fue el broche de oro a una actuación impecable en Barranquilla, donde ganaron invictos (5-0), con 172 goles anotados y 85 permitidos, más del doble de perforaciones.
El duelo conclusivo contra los boricuas no llegó a ser un monólogo de Guillermo Corzo, Yankiel Cruzata, Pavel Caballero o Ángel Rivero, algunas de las figuras de referencia en el conjunto, pero Cuba dominó con tranquilidad, martilló en los trances decisivos, sobre todo en la segunda mitad, cuando verdaderamente aplicó su poderío físico (todos los jugadores miden seis pies o más y superan los 75 kilógramos de peso).
«Es el equipo soñado por cualquier entrenador, porque las diferencias entre los titulares y la banca son mínimas. Además, hemos madurado mucho, tenemos una gran coordinación en el sistema defensivo y ofensivo. Mucho ha tenido que ver la inserción de varios de nuestros jugadores en ligas profesionales, lo cual les ha permitido mejorar su nivel competitivo y técnico-táctico», precisó Franklyn Guevara, presidente de la Federación Cuba y comisionado nacional.
Este es el regreso idílico del balonmano cubano a cima regional, no solo por el hecho de retomar una posición de honor que no alcanzaban desde la cita de Ponce 1993, hace ya 25 años, sino también por contar con una generación prometedora, un verdadero tren blindado que debemos seguir de cerca, porque al parecer todavía está arrancado.
Foto: Ricardo López Hevia, enviado especial
Foto: Ricardo López Hevia, enviado especial
Foto: Ricardo López Hevia, enviado especial

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